"El Silencio de Abril"
Abril solía ser una mujer alegre. Su risa era como campanas en primavera, y su andar ligero parecía no tocar el suelo. Pero un día, sin previo aviso, el dolor llegó. No fue un golpe ni una herida visible. Fue un susurro persistente en su espalda, una punzada que se convirtió en tormenta.
Al principio, pensó que pasaría. “Es solo estrés”, se decía. Pero los días se hicieron semanas, y las semanas, meses. El dolor se instaló como un huésped no invitado, robándole el sueño, el apetito, la paciencia. Amigos comenzaron a alejarse, incapaces de comprender lo invisible. “Pero te ves bien”, le decían, sin saber que por dentro se sentía rota.
Hubo días en los que Abril no quería levantarse. No por pereza, sino porque cada movimiento era una batalla. Sin embargo, en medio de la oscuridad, encontró pequeñas luces: una enfermera que la escuchó sin juzgar, un libro que le habló al alma, una canción que le recordó que aún podía sentir.
Con el tiempo, aprendió a convivir con su dolor. No como enemiga, sino como una compañera silenciosa que le enseñó a valorar los momentos sin sufrimiento, a celebrar los días buenos, y a ser compasiva con los demás. Descubrió que el dolor no la definía, pero sí la transformaba.
Hoy, Abril sigue caminando. A veces despacio, a veces con lágrimas, pero siempre hacia adelante. Porque entendió que el dolor puede ser parte del viaje, pero nunca el destino.
Añadir comentario
Comentarios