Cuento: 1 El susurro de los abuelos

Publicado el 13 de octubre de 2025, 16:30

El susurro de los abuelos......

 

En lo más profundo de la selva amazónica, donde los árboles susurran al viento y los ríos parecen tener su propia melodía, vivía el pueblo Yari. No eran muchos, pero la sabiduría que tenían era de otro nivel. Contaban que sus ancestros podían hablar con jaguares y que el fuego les confiaba secretos en las ceremonias nocturnas.

Cada vez que había luna llena, los ancianos se reunían bajo el gran ceibo, el árbol sagrado, y compartían historias que no existían en ningún libro. Historias increíbles, como la del colibrí que enseñó a los humanos a amar sin miedo, la de la luna que lloró cuando los hombres dejaron de respetar la tierra, o la del primer chamán que aprendió a sanar escuchando el corazón de las plantas. En una de esas noches mágicas, también se contó la leyenda del viento errante, un espíritu libre que viajaba por el mundo llevando susurros de esperanza a quienes habían perdido el rumbo. Se decía que aquel que escuchara el canto del viento encontraría en su corazón la fortaleza para superar cualquier obstáculo y la claridad para tomar el camino correcto. El viento no hacía distinciones; sus mensajes eran para todos, recordándoles que la naturaleza siempre ofrece respuestas a quienes saben escucharla.

Un día, llegó al pueblo una niña llamada Nayeli, con una curiosidad y valentía que no conocían límites. Era de la ciudad, pero llevaba el alma Yari en las venas. Su abuela la llevó al ceibo y le dijo: “Escucha, hija. La tierra no quiere que la dominen, solo quiere que la recuerden.”

Nayeli aprendió de todo: a leer las señales del cielo, a entender lo que dicen los pájaros y a curar con hojas y cantos. Cuando volvió a la ciudad, no fue para dejar atrás lo que había aprendido, sino para compartirlo. Abrió una escuela donde los niños aprendían matemáticas y leyendas, ciencia y respeto por la naturaleza, todo en el mismo lugar.

Los Yari siguen ahí, aunque no todos los vean, tan constantes como un río. Porque mientras haya alguien que escuche el susurro de los abuelos, los pueblos indígenas seguirán vivos en cada hoja, en cada estrella, y en cada corazón que sepa mirar al mundo con humildad. Son guardianes de conocimientos ancestrales, de historias que se entrelazan con la tierra y el cielo. Su sabiduría, transmitida de generación en generación, nos recuerda la importancia de respetar y convivir en armonía con la naturaleza. En cada rito, en cada canto y en cada mirada al horizonte, los Yari nos ofrecen un recordatorio del equilibrio que tantos hemos olvidado.

 


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Comentarios

Andres sanchez
hace 9 horas

A pesar de los años las culturas y costumbres permanecen con nosotros